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Silvia Madera seleccionada para el concurso nacional de poesía The Edgar Allan Poets

Natural de Cádiz y residente en Puerto Real, esta joven de 18 años, amante de la lectura, la música y la gente que le hace sentir que nunca se pierde, confiesa haberse hecho hace tiempo una promesa a sí misma: ser feliz.

Movida por las ganas de llevar su poesía más allá de las cuatro paredes de su habitación, se presentó a The Edgar Allan Poets, dejando atrás el miedo a arriesgarse a ser ella misma y que otros lo vean, siendo la única participante andaluza.

El concurso, en esta tercera edición, cuenta con otros doce participantes y se desarrollará en los próximos dos meses, a lo largo de los cuales, los concursantes s e enfrentarán a diferentes retos semanales en los que según la votación del público, se decidirá quién pasa a la siguiente ronda.
Las votaciones de los lectores siempre tendrán lugar de miércoles a domingo.
El primer día para votar será el 28 de septiembre, miércoles, cerrando el plazo el domingo de esa semana, el día 2 de octubre.

La manera de votar es bien sencilla, se trata de un comentario en la página web del concurso  https://theedgarallanpoets.com/

indicando el nombre del autor y/o poema a votar. Lo único que se requiere para aportar el comentario-voto será una cuenta gmail (sobra decir que es totalmente gratuito).

A continuación, os dejamos el poema con el que se presentó al concurso:

MENTIRAS COMO UN TEMPLO

Cada vez que he dicho:

"Soy fuerte, ya lo sabes",

me he roto por mentirosa.

Y es que a veces la sonrisa del prójimo

conlleva llanto propio,

es ley de muerte.


Parece que sólo soy feliz

cuando consigo lo que quiero,

pero cuando el mar no me despierta

desde una ventana

de un ático de Madrid,

me enfado,

pataleo,

y le escupo a los cuatro vientos

que sin olas

yo no puedo volar.


Debería conformarme con saber

que para elevarme sólo tengo que batir las alas,

pero las perdí en una casa de apuestas.


Lo perdí todo,

menos la vergüenza.


Quizás por eso

aún me sonrojo cuando dices mi nombre

y comprendo que he estado toda mi vida

pronunciándolo mal.


Escuché que las noticias siempre vuelan,

y quise convertirme en una.

No tardé en ser demasiado mala.


Supongo que nadie me cree

cuando digo que he visto a un niño vivir

a través de una pantalla

o a un anciano morirse de sueños

-colocados demasiado altos para alcanzarlos

con una sola mano desde la silla de ruedas-.


Nadie me cree

cuando descubro que el moratón de ella

no fue creado por unas escaleras

sino por un es-cabrón.

Que su caída no fue accidental

sino occipital

y su cerebro se quebró al igual que su corazón,

en mil pedazos.


Todos miran para otro lado

cuando les digo en mayúsculas

que más niños mueren de hambre

que de risa.

Que no es más feliz el que más tiene,

sino el que más da.


Nadie me cree cuando pido hielo para el polo sur,

o agua limpia para las nubes ácidas.

Calor para el corazón frío

de los que ven cómo se mueren bajo la nieve

personas sin casa.


Desde que me convertí en mala noticia,

nadie quiere tenerme en su boca,

nadie quiere evadirse conmigo.


Pero eso sí,

vuelo más rápido que ninguna otra,

pues no hay nada que conduzca más la maldad

que el ser humano.

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